La muerte es el devenir natural del ser humano, para el que nunca estamos preparados. Frente a la muerte todos somos iguales, porque todos moriremos. No obstante, hay muchas y diferentes formas de morir. No todos vamos a tener a un ser querido en la habitación que nos acompañe, como en la última película de Almodóvar. Actualmente, el problema de morir en soledad se da con lamentable frecuencia en personas mayores que mueren solos y olvidados, independientemente que tengan hijos y nietos.
Este es un fenómeno actual, porque no hace tantos años la muerte de un ser querido estaba acompañada de un ritual. En la actualidad este ritual ha desaparecido, en la mayoría de los casos. Los ritos funerarios se realizan fuera del hogar, en tanatorios especializados. Antiguamente, las mujeres de la familia lavaban al finado y arreglan su cadáver. Ahora, es tarea es llevada a cabo por funcionarios y personal especializado. Tampoco se hacen velatorios en casa sino en lugares muy neutros, donde existe un horario de vela. Ahora es todo muy aséptico, más igualitario, pero también mucho más frío. Y, una vez enterrada, esa persona que había vivido, amado, luchado o simplemente vivido, pasa al olvido, porque cuando no se le recuerda es cuando muere definitivamente.
El tema del olvido de las personas que mueren, está muy relacionado con el actual funcionamiento de nuestra sociedad. Parece que la historia es el hoy y el ya mismo. Que la situación actual en la que vivimos no ha sido consecuencia de actos de nuestros antepasados, sino que los hechos han aparecido como por casualidad. Este ahistoricismo está muy ligado a como la sociedad desprecia o no toma en consideración a nuestros mayores, su experiencia y las muchas cosas que nos pueden aportar justamente por haber vivido muchos años. Esto está ligado con los cambios en el sistema familiar y como estos han agudizado el tema de la soledad en las personas mayores. Este apartar a las personas mayores, porque al no trabajar ya no son útiles, se manifiesta den su forma más cruda cuando se enfrentan a la soledad, la enfermedad y la muerte.
Vivimos en una sociedad en la que el tema de la muerte ha devenido el nuevo tabú.
Porque hablar de muerte significa hablar de que el cuerpo enferma, envejece y no lo dominamos a pesar de los avances contra el envejecimiento y la cirugía estética. Del mismo modo que antes el tema tabú era la sexualidad, ahora el tabú se ha desplazado a hablar de la muerte. Se puede hablar de la muerte de forma muy colateral y “de puntillas”, pero dando la espalda a la enfermedad, la vejez y la muerte. Ello es debido a que solamente se valora la juventud. Existe una tendencia a invertir nuestro tiempo en la acumulación de objetos materiales, ya sean objetos como personas. Se aplica de forma sistemática el concepto de Horacio: “Carpe Diem Tempus Fugit”, es decir aprovecha al máximo el tiempo, vive al momento, sin preocuparse por el futuro. Pero el problema es que con este tipo de conducta se favorecen relaciones muy lábiles, que duran un lapso corto de tiempo. Ciertamente la vida es fugaz y el futuro es incierto, pero sería importante reflexionar en como invertimos nuestro tiempo en esta vida. Es fácil aplicar el “Carpe Diem” cuando se es joven, sin responsabilidades y con una gran capacidad de poder hacer relaciones. Pero cuando uno va envejeciendo el tema es más complejo, especialmente si no se sabe adaptarse a los cambios biológicos e intelectuales que va teniendo nuestro cuerpo. Resulta muy patético ver como hombres y mujeres, que no aceptan estos cambios, pretenden presentarse como jovencitos o jovencitas. Patético y triste, porque los lleva a relaciones en las que pueden ser estafados tanto emocional como económicamente o a actuaciones (especialmente cambios estéticos) que lo que hace es incrementar su soledad. A modo del “Retrato de Dorian Gray” de Oscar Wilde, buscan una inmortalidad que no existe, porque todos tenemos una hora señalada para dejar este mundo. Por eso me parece tan importante el anuncio en el que una joven superviviente de un cáncer, nos habla de lo importante que es poder envejecer, porque mucho mueren jóvenes.
Olvidar la historia de nuestros mayores también está ligado al tema de que somos una sociedad individualista y a un incremento de la falta de empatía en relación con los otros. ¿Cómo ven nuestros hijos e hijas a los mayores? ¿Qué tipo de mensajes les damos en relación con tenerles respeto y saber escuchar lo que dicen? Hablamos mucho de los derechos de los niños y las niñas, pero muy poco de las responsabilidades que estos derechos comportan. Es muy lamentable observar, por ejemplo, en el transporte público, que algunos niños y niñas continúan sentados y no ceden su asiento, ni a las personas mayores, ni embarazadas, con dificultades motoras, etc. Y aún más lamentable la actitud de algunos padres y madres que no hacen nada al respecto. ¿Qué modelos de relación con los otros les estamos dando, si no somos capaces de trasmitir el respeto y consideración para nuestros mayores? ¿”Carpe Diem”?
El papel de las personas mayores como trasmisores de la historia parece que ha dejado de existir, por lo que un pedazo de la historia muere con ellos. Algunos podemos recordar la figura del “abuelo que explica batallitas”. Nos hablaban de sus dificultades ligadas a las secuelas de la posguerra, su lucha por echar adelante a la familia y a que sus hijos e hijas pudieran tener un destino diferente al suyo. Era una forma de explicar el pasado para entender el presente y facilitar el futuro de los nietos y nietas. Desde el punto de vista de la salud mental, no solo de los mayores sino de los niños y niñas, es necesario poder conectar con la historia familiar, cosa que actualmente parece que no es muy habitual. Formamos parte de a una larga saga de personas que nos han antecedido y que han moldeado nuestro destino actual. Por ello es importante que se pueda trasmitir la historia familiar, tanto para la formación de los hijos e hijas como para entender el mundo en el que vivimos.Debemos tener en cuenta la historia de las personas que nos dejan y que les recordarlos para poder aprender de ellos y ser mejore personas.
Dra. Carme Tello CasanyPsicòloga clínicaPresidenta
Associació Catalana per la Infància Maltractada ACIM Presidenta
Federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato Infantil
FAPMI